jueves, 12 de abril de 2012

TITANIC: ¡EL BARCO QUE NO SE PODÍA HUNDIR…!

Inumerables leyendas se han tejido en torno a la tragedia del trasatlántico Titanic ocurrida hace un siglo...


Un brillante sol iluminaba el puerto de Southampton, Inglaterra, cuando el personal de cubierta cargaba el equipaje a bordo del Titanic.

El flamante trasatlántico era el más grande y lujoso que se había construido hasta ese momento y se alistaba para su viaje inaugural.

Una adinerada pasajera que contemplaba extasiada la escena alcanzó a preguntar a uno de los jóvenes obreros:

-- ¿Es verdad que este barco no se puede hundir…?

El muchacho alcanzó a contestar:

-- Así es, señora. ¡Ni Dios mismo podrá hundirlo…!

Ya en plena travesía. Recostado sobre una baranda cerca de la proa, uno de los seis vigías observaba la tranquilidad de la noche.

Según propias declaraciones, no recordaba un mar tan calmado y un cielo tan despejado que dejaba distinguir el tintinear de las estrellas.

De pronto vio algo grande, muy grande que impactaba furiosamente contra la gigantesca embarcación.

Los relojes marcaban las once y cuarenta de la noche. Luego de mil penurias, la nave se hundió a las dos y veinte de la madrugada del día siguiente. Segundos antes, se había partido en dos.

Existen muchas leyendas sobre el desastre del Titanic. Una de las más curiosas se relaciona con la música que ejecutaba la banda de a bordo mientras se iba a pique.

Aunque hay quienes afirman que no tocaban nada, otros aseguran que instrumentaban el himno “Más cerca, oh Dios, de ti”.

Y, como dice el español José de Segovia, la escena lejos de hablar de la ausencia de Dios, muestra la realidad de quien controla todas las cosas.

Los viajeros estaban en un navío que muchos pensaban que nada podía hundirlo.

La vida nos enseña lo contrario. No tenemos en este mundo otra seguridad que aquella que el Señor nos ofrece.

Él tiene la última palabra. Él controla nuestras vidas. Al extremo que en la hora postrera solo nos queda ánimo para cantar:

¡Más cerca, oh Dios de ti, más cerca, sí!
aunque una dura cruz me oprima a mí,
será mi canto aquí.
¡Más cerca, oh Dios de ti, más cerca, sí…!

El 15 de abril de 1912, el Titanic naufragó de manera irremediable. Cien años después, aún yace en la lúgubre oscuridad del fondo marino. Se cumple un siglo de la tragedia…


































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