lunes, 10 de enero de 2011

¡LAS MONEDAS TAMBIÉN MUEREN...!

Hace dos años, el 12 de enero del 2009, ya nos referíamos a los problemas que afrontaba el uso de las monedas de uno y cinco céntimos,,,

“La vida es como una moneda. Puedes

gastarla como quieras.. Pero solo

puedes hacerlo una vez…”

(Anónimo)


Las monedas también mueren. Ocurre cuando son separadas de circulación y la gente deja de utilizarlas.


Sucede al producirse un cambio monetario o simplemente, porque se dicta una norma que dispone apartarlas del uso común o corriente.


Tal como será con aquellas moneditas plateadas y brillantes de un céntimo, caracterizadas por su poco peso, con las que generalmente nos dan vuelto los grandes malls.


De acuerdo a un comunicado del Banco Central de Reserva, las graciosas y relucientes monedas sólo tendrán vigencia hasta el 30 de mayo próximo.


El motivo, según el mismo documento oficial, es que “dejó de ser usada por la población en los últimos años”.


Añade que cumplió su ciclo y que su eliminación facilitará las transacciones y evitará los costos innecesarios.


Es indudable que en el momento de decidir su destino no se pensó en el tiempo que demando elaborar el diseño, hacer la matriz y fundirla.


Tampoco en la inversión que significó su fabricación final y puesta en circulación.


Lo real es que a partir del 1 de junio la vigencia del metálico de un céntimo pasará a formar parte de la historia.


Algunas serán llevadas al museo de la Casa de la Moneda para ser exhibidas como muestra que alguna vez existieron.


Sin embargo, ya no volverán a estar en nuestras manos.


Tal vez, alguien las ubicará en un lugar especial de su hogar para integrar las colecciones particulares. Pero serán unas cuantas. La mayoría tratará de deshacerse de ellas.


Su trágico destino estaba señalado de antemano.


Nosotros lo intuimos cuando el 12 de enero del 2009, hace exactamente dos años, nos referimos a ellas bajo el sugerente título de: “Soy una moneda, pero nadie me quiere”.


Mencionábamos lo poco o casi nada que se podía hacer con ellas, al extremo que no las aceptaban los taxistas, cobradores de vehículos de servicio público, ni las tiendas de barrio.


Dijimos que, en algunos casos, eran arrojadas al suelo y se perdían fundidas con el asfalto.


Dentro de poco, con la disposición dada por el gobierno, esa triste escena no se repetirá.


Los céntimos dejarán de sentir el oprobio y humillación de que fueron objeto por la mayoría de las personas durante su vigencia.


Su vida fue efímera. Aparecieron a pedido del público. No recibieron el respaldo que necesitaban y pronto solo quedarán en el recuerdo…

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