viernes, 17 de junio de 2011

¡PERIPECIAS DE UN PADRE TAXISTA…!


Aunque algo indisciplinados, los taxistas tienen su propia historia...

El trabajo dignifica al hombre. Constituye el único medio honesto para sustentar a la familia y tratar de vivir en paz.

Sin embargo, hay actividades que están sujetas a controvertidas experiencias, como ocurre con los taxistas peruanos.

Ellos salen de casa sin imaginar siquiera la clase de personas que encontrarán en el camino. Menos aún, la manera en que reaccionarán una vez que están dentro del coche.

Si, los taxistas. Aquellos que en ocasiones no respetan la luz del semáforo, ni tienen reparo del daño que causan sonando sus bocinas y sirenas, sin que ninguna autoridad los pueda controlar, ni castigar, tienen su propia historia.

-- Cierta vez – cuenta un piloto trujillano-- hice la carrera a una pareja que salía a la medianoche de un salón de baile.

Cuando estaba por llegar al destino convenido, sintió “su fierro” (pistola) en el cuello.

-- ¿Qué pasa amigo…? Si quieres el carro, puedes llevártelo, alcanzó a pronunciar mientras descendía.

El hombre no contestó. Tomó el dinero de la guantera del taxista y huyó presuroso con su acompañante.

Otro día, alrededor de la una de la madrugada, dos sujetos le solicitaron una carrera desde Buenos Aires a Monserrate y a la entrada de El Porvenir.

Luego de haber avanzado unas cuadras, como el chofer notó que estaban mareados y a veces no quieren pagar, solicitó que le cancelen.

-- ¿Cómo…? Respondió uno de ellos, añadiendo: Dame mi vuelto. A pesar de no haberle entregado nada.

La situación se tornaba difícil, así que optó por estacionarse en la primera gasolinera que encontró y bajó, mientras los pasajeros insistían por “su vuelto”, sin haber pagado.

Tuvo que amenazarlos con un desarmador.para evitar ser golpeado. Enseguida subió a su taxi y se alejó lo más rápido que pudo.

Eran las ocho de la mañana y una señora en La Esperanza solicita una carrera hasta la salida al sur, pues deseaba viajar con urgencia a Chimbote.

-- Tengo solo tres soles. Lléveme, por favor

-- Está bien. Suba señora.

En el camino, la mujer empieza a llorar

-- ¿Qué pasa señora…? ¿Se siente mal…?

-- No. Lloro porque me han comunicado que han asesinado a mi hijo. Voy a verlo para darle sepultura.

Al llegar al lugar, el piloto conmovido e identificado con la madre, solo alcanzó a decir:

-- Baje no más, señora. No me debe nada…  








































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