Hace pocos días, en la capital, el conductor de un vehículo, en completo estado de ebriedad, atropelló a una madre y su bebe de dos años.
Irresponsable como muchos, el piloto huyó del escenario con el pequeño incrustado en el parabrisas, quien murió dos días después.
Detenido por la policía, familiares de las víctimas pidieron justicia a las autoridades. Incluso pronunciando la frase: ¡Sanción fuerte!.
Irresponsable como muchos, el piloto huyó del escenario con el pequeño incrustado en el parabrisas, quien murió dos días después.
Detenido por la policía, familiares de las víctimas pidieron justicia a las autoridades. Incluso pronunciando la frase: ¡Sanción fuerte!.
Su llamado, que es el sentir de la colectividad en general, se extendió a los ministros y congresistas para que castiguen a los malos automovilistas. ¿A quién más se puede acudir...?
Casi simultáneamente, en Trujillo, el hermano de una congresista liberteña, sufrió la sustracción de una apreciable cantidad de dinero por acción de una peligrosa banda de delincuentes.
El primer caso, lo hemos manifestado con mucha anterioridad, es necesario endurecer las sanciones a los choferes que desobedecen las leyes de tránsito.
Y no sólo por ocasionar accidentes, sino cuando incumplen las normas establecidas y generan el caos en la población.
Desorden, ruido y contaminación son las características del tránsito vehicular en el país, lo que debe ser erradicado mediante disposiciones rígidas y ejemplares.
En cuanto al latrocinio comentado, la situación es gravísima, pues a pesar de haberse identificado a los ladrones, luego de ser detenidos, fueron liberados de manera increíble.
La Primera Fiscalía Provincial Penal Corporativa, cuya denominación parece más impresionante que efectiva, otorgó comparencia a los intervenidos y los dejó en libertad.
El argumento sustentatorio fue no haberles encontrado el dinero sustraído, no poseer armas, ni el vehículo en el que actuaron. Es decir, no se les sorprendió robando. Lo que es inadmisible.
En momentos que Usted amigo lector, pasa la vista sobre estas líneas, los avezados delincuentes, eximidos de culpa y sanción, caminan al acecho por las calles y cruzan a su lado en busca de una nueva víctima.
Es posible que quienes aplican a leyes no tengan la culpa. Al final, se rigen a los códigos. Lo evidente es que con una legislación de ese tipo, simplemente no se puede hacer la Patria que todos anhelamos.
La responsabilidad recae en quienes las elaboraron tan apartadas de la realidad y, luego, las aprobaron. Para empezar, sabemos que jamás se hallará al ladrón con el producto de lo sustraído.
Ellos son “profesionales en su trabajo” y, definitivamente, saben mucho más que nosotros y los propios legisladores.
Por eso, es improrrogable reformar las normas existentes y hacerlas “más competitivas” con el momento actual, porque el delito avanza cada día como una incontenible epidemia.
La situación es delicada. Endurezcamos las leyes e impongámoslas con honestidad. Porque corremos el riesgo de convertirnos en un temible país de ladrones y criminales.
Señor presidente, ministros, congresistas y juristas. ¡Despierten...! Sean inflexibles. No hacerlo, es atentar contra uno de los más sagrados derechos del pueblo: la seguridad ciudadana…
Casi simultáneamente, en Trujillo, el hermano de una congresista liberteña, sufrió la sustracción de una apreciable cantidad de dinero por acción de una peligrosa banda de delincuentes.
El primer caso, lo hemos manifestado con mucha anterioridad, es necesario endurecer las sanciones a los choferes que desobedecen las leyes de tránsito.
Y no sólo por ocasionar accidentes, sino cuando incumplen las normas establecidas y generan el caos en la población.
Desorden, ruido y contaminación son las características del tránsito vehicular en el país, lo que debe ser erradicado mediante disposiciones rígidas y ejemplares.
En cuanto al latrocinio comentado, la situación es gravísima, pues a pesar de haberse identificado a los ladrones, luego de ser detenidos, fueron liberados de manera increíble.
La Primera Fiscalía Provincial Penal Corporativa, cuya denominación parece más impresionante que efectiva, otorgó comparencia a los intervenidos y los dejó en libertad.
El argumento sustentatorio fue no haberles encontrado el dinero sustraído, no poseer armas, ni el vehículo en el que actuaron. Es decir, no se les sorprendió robando. Lo que es inadmisible.
En momentos que Usted amigo lector, pasa la vista sobre estas líneas, los avezados delincuentes, eximidos de culpa y sanción, caminan al acecho por las calles y cruzan a su lado en busca de una nueva víctima.
Es posible que quienes aplican a leyes no tengan la culpa. Al final, se rigen a los códigos. Lo evidente es que con una legislación de ese tipo, simplemente no se puede hacer la Patria que todos anhelamos.
La responsabilidad recae en quienes las elaboraron tan apartadas de la realidad y, luego, las aprobaron. Para empezar, sabemos que jamás se hallará al ladrón con el producto de lo sustraído.
Ellos son “profesionales en su trabajo” y, definitivamente, saben mucho más que nosotros y los propios legisladores.
Por eso, es improrrogable reformar las normas existentes y hacerlas “más competitivas” con el momento actual, porque el delito avanza cada día como una incontenible epidemia.
La situación es delicada. Endurezcamos las leyes e impongámoslas con honestidad. Porque corremos el riesgo de convertirnos en un temible país de ladrones y criminales.
Señor presidente, ministros, congresistas y juristas. ¡Despierten...! Sean inflexibles. No hacerlo, es atentar contra uno de los más sagrados derechos del pueblo: la seguridad ciudadana…
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