Tradicional claustro de la Universidad Nacional de Trujillo. Los catedráticos de entonces jamás faltaron a dictar sus clases...
Hace
unos días, el rector de la Universidad Nacional de Trujillo expresó su intención de cambiar el reloj
biométrico del control de asistencia de los docentes y el personal administrativo,
por un sistema digital.
Argumenta
su posición considerando la propuesta computarizada como más efectiva. Sin
embargo, sorprende que existiendo problemas prioritarios que resolver, la
atención se centre en este aspecto.
Conste
que, de ninguna manera nos oponemos a la verificación de la asistencia del
personal que es fundamental para el normal desarrollo de las actividades
académicas.
Pero,
es de conocimiento general, que no ha transcurrido un año que la gestión
anterior adquirió dicho aparatoo mediante una importante inversión.
En
aquella oportunidad hubo maestros que se opusieron al moderno mecanismo
llegando al colmo de declararse en huelga para exteriorizar su rechazo.
Ahora,
el rector sostiene que el reloj biométrico tiene deficiencias porque “hay
profesores que marcan, desaparecen y regresan a la hora de salida a marcar
nuevamente”. ¿Quiénes son y cuántos
están sancionados…?
Busca
instalar intranet y aulas virtuales, cuyo costo bordea los cinco mil dólares,
donde el profesor llama lista en el ordenador, además de registrar su
asistencia e informar sobre el tema de la clase.
Parece
increíble. Nos referimos a la centenaria e histórica Casa de Bolívar que está a
punto de conmemorar dos siglos de vigencia.
Tuvimos
el privilegio de estudiar en sus aulas y recibir las enseñanzas de catedráticos
de tal prestigio que calles, plazuelas y centros educativos de la ciudad llevan sus nombres.
¿No
lo creen…? Aquí están algunos: Rafael Narváez Cadenillas, Alfredo Valdiviezo
García, Yeconías Culquichicón Gómez,
Miguel Vega Castro, Jorge Laredo Villachica, entre otros.
¿Saben
una cosa…? A ellos no los controlaba nadie y jamás faltaron una sola hora al dictado de sus clases.
Es más. Ni siquiera llegaron tarde.
Teniendo
como lema la dignidad y el honor, dejaron en nosotros una profunda huella al calor de
los ambientes del tradicional edificio de la Plaza de Armas.
Los
alumnos pasábamos la vergüenza de nuestra vida si alguna vez entrábamos unos
minutos después que habían ingresado.
Por
eso, lamentamos que las autoridades universitarias de hoy discutan la inversión de altas sumas de dinero solo
para controlar a los profesores.
Cuidado
que estamos hablando de maestros. De formadores de los profesionales que en el futuro
regirán los destinos del país.
¿Cómo
es posible que el rector declare a la prensa que “hay profesores que marcan y
desaparecen”…? Aunque, felizmente, no son todos.
¿Y
su responsabilidad…? ¿Y su honestidad…? Por esa actitud, ¿Cómo mirarán a la
cara de sus alumnos…? ¿No sentirán vergüenza…?.
Mientras
cada día quedamos pasmados ante el admirable progreso de la ciencia y la
tecnología del mundo actual.
Preocupa
la forma como en los diferentes niveles del comportamiento humano, intencionalmente
o no, nos alejamos de los principios éticos y morales…
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