“Un sueño solo puede triunfar sobre la
realidad, si se le da la oportunidad…”
(Stanilaw Lem)
La sana rivalidad, en función del progreso, que existe entre ciudades de un mismo país, es una situación normal, lógica y positiva, porque fomenta su desarrollo.
Esa competencia se presentó con gran notoriedad en el Perú entre Trujillo y Arequipa durante la segunda mitad del siglo pasado.
En las décadas del sesenta al ochenta, los trujillanos disputábamos con los mistianos el derecho a ser considerados como habitantes de la segunda ciudad, después de Lima.
Debemos aceptar que, actualmente, los sureños se han ubicado solos en ese expectante lugar. Nosotros, aunque nos duele escribirlo, hemos descendido algunos puestos.
Fundadas por los españoles, ambas poblaciones exhiben en su centro cívico casonas y edificios considerados como reliquias.
Con el paso del tiempo y debido a gestiones realizadas por las autoridades municipales y regionales en todo nivel, incluso internacional, Arequipa ha logrado restaurar la mayoría de sus monumentos.
En Trujillo ha ocurrido lo contrario. Existen numerosos inmuebles coloniales que están en ruinas, sostenidos por palos y a punto de desplomarse.
Los arequipeños, aprovechando que los príncipes de Asturias, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, llegaron a Lima hace poco, se las ingeniaron para llevarlos a
Los herederos del trono español quedaron encantados de la hospitalidad y satisfechos con los trabajos de rehabilitación realizados con aporte hispano en el centro histórico.
Como gratitud, iniciaron los trámites del nuevo convenio que extenderá el aporte que brinda en ese lugar
Dicho acuerdo autoriza ejecutar el estudio integral del valle del Colca y la restauración de otras iglesias y casonas.
El convenio es trascendental porque permitirá recuperar importantes obras y mejorar la calidad de vida de la población con la afluencia de turistas.
En algunos casos, el panorama arquitectónico tradicional de nuestra ciudad es deprimente.
¿Se imaginan lo que se podría haber conseguido si los príncipes nos hubiesen visitado…? ¿Era muy difícil gestionar su arribo…? ¿A quién correspondió hacer la invitación…?
Lo cierto es que Trujillo perdió mucho sin la presencia de la realeza hispana y su paquete de ayuda que tanto necesitamos en estos momentos.
Perdimos una magnífica oportunidad de empezar a recuperar la majestuosidad de nuestra arquitectura colonial y terminar con el peligro que representa.
En conclusión, fue una visita real que nos hizo mucha falta…
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